LO QUE UNO DESEA.
Si me preguntasen si alguien me ha dicho alguna vez que quiere pasar el resto de mi vida conmigo, sonreiría de una forma tan estúpidamente tierna, que los recuerdos de aquella noche me atraparían para nunca jamás irse. Anoche, me sorprendí a mi misma abriéndote una vez más mi corazón, ahí estábamos nosotros, fuera del bar, jodiéndonos de frío, sincerándonos como tal vez nunca lo habíamos hecho. Ahora puedo afirmar que no hay sonido mejor que tu voz, que tus abrazos son enemigos del frío por naturaleza. De pronto, descubrí que ya no existe un tú, y un yo, sino un nosotros.Hacer cosas estúpidas como planear el día de tu boda, o pensar los nombres de los dos hijos que quieres tener, ya no parecieron tan estúpidos si con quien hablaba era contigo. Cuando te dije que quizás tuviéramos que separarnos por tener que irme, nunca pensé que palabras tan bonitas pudieran estar dirigidas sólo para mí. Un “la distancia no va a conseguir que me separe de ti”, un “me cogeré el primer vuelo que pille y te sorprenderé en la puerta de la residencia”, o un “quiero estar contigo para siempre” me hicieron llorar de la más pura felicidad, todo gracias a ti. Pude leer en tus ojos, que de verdad tenías fe en que todo eso, todas esas promesas, esos gestos de cariño, y esos planes de futuro, se cumplirían, y yo no podía estar más de acuerdo contigo. Supe que ese momento, esa noche en aquel banco, sentados tú y yo, besándonos tan dulcemente como dulce es el algodón de azúcar, era uno de los momentos más felices de toda mi vida. Sonará ridículo pensar que estuvimos diciéndonos durante un cuarto de hora por lo menos, tan sólo dos palabras, te quiero, te amo, te quiero, te amo, te quiero, te amo. ¿Cursi? No lo creo, eso es lo que se hace llamar amor verdadero.
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